jueves, 22 de diciembre de 2022

Crecimiento económico y fiscalidad, ¿una incompatibilidad irreconciliable?

 Crecimiento económico y fiscalidad, ¿una incompatibilidad irreconciliable?

Existe un vínculo entre crecimiento económico y fiscalidad; muchas de las críticas al sector público se refieren exclusivamente a las consecuencias negativas de una presión fiscal elevada (y en aumento). Se dice que esta presión fiscal en constante aumento repercute en los incentivos individuales (por ejemplo, la propensión a invertir) y en la asignación de recursos. 

Para empezar, algunas definiciones...

Crecimiento económico: aumento, durante un largo periodo de tiempo, del PIB real per cápita. El PIB (Producto Interior Bruto) es el indicador dimensional utilizado para medir la evolución de la producción de riqueza en un territorio nacional determinado. La variación del PIB de un año a otro permite así medir la tasa de crecimiento económico de un país.
Fiscalidad: conjunto de textos y reglamentos que organizan el sistema fiscal a nivel local o nacional, en función del organismo receptor de los fondos recaudados.
Impuestos: exacciones obligatorias sin contrapartida directa, recaudadas por las autoridades públicas (estatales o locales) para hacer frente a los gastos públicos y regular la actividad económica. Los impuestos tienen una finalidad tanto fiscal y financiera como de instrumento de política económica y regulación. 

... y algo de teoría

La comprensión de la fiscalidad y su impacto en la actividad económica no debe ocultar el hecho de que uno de sus principales objetivos es proporcionar a los gobiernos recursos para financiar sus programas de gasto público. Siguiendo a Hayek (1954), una influyente escuela de pensamiento tiende a redefinir el lugar y el papel del Estado en la economía, considerando que su importancia debe reducirse. Podemos remitirnos a la curva de Laffer (1974), que pone de relieve que cuanto mayor es el tipo de imposición obligatoria, menores son los niveles de producción, empleo y, en consecuencia, de crecimiento. Así, la fiscalidad frena el incentivo al trabajo y a la inversión. Sin embargo, las dificultades estructurales y la necesidad de una oferta de bienes y servicios públicos siempre justifican la acción del Estado y, por tanto, unos impuestos elevados. Y los impuestos financian el gasto público, que puede generar crecimiento, y el crecimiento genera una demanda adicional de gasto público, por ejemplo en el ámbito de la educación, la sanidad y la protección del medio ambiente.



Zona "aceptable": efecto virtuoso del aumento de la presión fiscal, los agentes se esfuerzan más para mantener su renta => aumento del PIB y de los ingresos fiscales, "efecto renta" (antes de T*).
Zona "ineficiente": el crecimiento de la presión fiscal, que ha superado el tipo óptimo que garantiza los mayores ingresos fiscales para las autoridades públicas, da lugar ahora a la evasión y el fraude (impuestos son tan altos que la fraude aparece más racional) => "efecto sustitución" (todos los comportamientos que reducen los ingresos del Estado). 






Una regulación diversa de la actividad económica: políticas de oferta y de demanda

Suele distinguirse entre políticas de demanda, cuyo objetivo es apoyar y reactivar la actividad económica, y políticas de oferta, más restrictivas y que buscan mejorar la competitividad de las empresas. 
En el análisis keynesiano, un aumento del gasto público financiado por una subida de impuestos no tendrá un impacto negativo en el crecimiento económico: el multiplicador del gasto presupuestario es mayor que el multiplicador de los impuestos debido al tiempo de reacción más lento de los ingresos individuales, y por lo tanto del consumo, a los cambios fiscales.
Los economistas de la oferta, en cambio, no creen en la eficacia de este multiplicador fiscal y consideran que las distorsiones provocadas por las exacciones obligatorias (y, por tanto, el gasto público) conducen a una mala asignación de la capacidad productiva. Por lo tanto, son partidarios de una reducción de los impuestos, que llevaría de hecho a una reducción del gasto público, cuya consecuencia sería una reactivación de la inversión y de la actividad atenuadas por el efecto expulsión. 
Más concretamente, los impuestos también pueden desempeñar un papel en la regulación del comercio, estableciendo aranceles para las importaciones e impuestos para las exportaciones, con el fin de combatir el desequilibrio comercial. 

Conclusión

A pesar de las numerosas críticas a un sistema fiscal excesivamente gravoso, no existe ninguna prueba objetiva y definitiva de la relación entre crecimiento económico e impuestos. Los impuestos pueden incluso, hasta cierto punto, ser generadores de bienestar e inducir a los agentes económicos a actuar de una determinada manera. Por ejemplo, la contaminación es una externalidad negativa que puede internalizarse (Pigou, 1920): el objetivo es que los agentes económicos tengan en cuenta las consecuencias de sus actividades si generan contaminación, para que haya menos divergencia entre el coste privado y el coste social. La fiscalidad (introducción de un impuesto sobre el carbono) debe permitir internalizar el coste de la contaminación: esto permite corregir la percepción que tienen los agentes económicos del precio/coste de su actividad. 






















No hay comentarios:

Publicar un comentario

  España, la gran economía europea que más subirá las pensiones Por encima de Alemania, Francia, Italia y Portugal. La semana pasada, con la...