viernes, 23 de diciembre de 2022

AMERICA FIRST : una doctrina muy antigua

 AMERICA FIRST : una doctrina muy antigua


De Donald Trump a Joe Biden, está surgiendo un consenso proteccionista. Una vuelta al aislacionismo del siglo XIX.
Con Donald Trump, los europeos habían redescubierto las alegrías de los aranceles. Con Joe Biden, ahora son las ayudas estatales las que paga el viejo continente. De hecho, el Chips Act y el Inflation Reduction Act (IRA) subvencionan masivamente a las industrias de energías renovables y microprocesadores. 
En un principio, Trump había deslocalizado puestos de trabajo en el sector industrial para atraer al electorado blanco de clase trabajadora. Biden está aplicando una política nacionalista, después de que Estados Unidos descubriera que ya no producía en su territorio los microprocesadores más avanzados para aplicaciones militares (los fabrican la taiwanesa TSMC o la coreana Samsung). 
El actual presidente de EEUU está completando el "Make America Great Again" lanzado por D. Trump, con el "Build It in America", constrúyelo en América. El demócrata se embarca en un vasto plan de subvenciones a las fábricas, con la idea de que es hora de repatriar las cadenas de valor estratégicas, con la Europa desindustrializada como víctima colateral. Esta decisión marca un punto de inflexión en la política comercial estadounidense, que parece volver a su primer amor, el aislacionismo del siglo XIX, tras un vasto movimiento de liberalización posterior a la Segunda Guerra Mundial. La joven federación estadounidense, en sus principios, estaba dividida en dos clanes: el Norte, una región rica y próspera, y el Sur, orientado a la exportación y al libre comercio para vender sus escasas cosechas de algodón, tabaco y arroz. Los republicanos del Norte, el partido de Abraham Lincoln, equiparaban el libre comercio con los valores del Sur, considerados retrógrados. Se oponen firmemente al libre comercio defendido y reivindicado por el Sur. 

La Edad de Oro

Tras la Guerra de Secesión, se produjo la explosión industrial estadounidense, con el petróleo, la electricidad y la banca: el proteccionismo parecía sinónimo de prosperidad, aunque la Inglaterra del libre comercio también dominaba la economía mundial. Y tras la Primera Guerra Mundial, los precios agrícolas mundiales se hundieron, y los agricultores, históricamente partidarios de las exportaciones, también recurrieron al proteccionismo. Los aranceles "Hawley-Smoot" fueron aprobados tanto por el Senado como por la Cámara de Representantes. 
Con la llegada de Roosevelt a la presidencia de Estados Unidos en 1933, el país se orientó tímidamente hacia el comercio mundial. Pero fue con el final de la Segunda Guerra Mundial cuando todo se aceleró de verdad: el país producía la mitad de la riqueza mundial y no tenía que preocuparse de posibles competidores. Europa y Japón están en ruinas. Entre 1944 y 1950, los aranceles se redujeron del 33% al 13%: las multinacionales estadounidenses conquistaron el mundo. Y la fundación de la Comunidad Económica Europea (CEE) no fue vista como una amenaza por el Presidente Kennedy, sino más bien como una oportunidad para reforzar el campo occidental. 

La guerra de Vietnam: un parón

Los años sesenta fueron difíciles para Estados Unidos, que se vio envuelto en Vietnam, la inflación, el dólar sobrevalorado y las primeras deslocalizaciones. En 1971, el país registró su primer déficit comercial desde los años treinta, y Richard Nixon suprimió la convertibilidad en oro del dólar, lo que provocó su devaluación, e impuso un arancel del 10% a todas las importaciones.
Los años setenta fueron aún más dolorosos: las industrias intensivas en mano de obra, como la textil y la siderúrgica, sufrieron las consecuencias de la competencia.
 Los años de Reagan supusieron el hundimiento de la industria automovilística y fueron ambiguos: un discurso favorable a la libre empresa, pero también un deseo de proteger la industria estadounidense, en un país golpeado por una doble recesión y un dólar en alza debido al aumento de los tipos de interés. Las presiones proteccionistas son inmensas. La solución encontrada fue doble: los japoneses aceptaron acuerdos para limitar "espontáneamente" sus exportaciones de automóviles. Cuarenta años antes de Biden y Trump, se enseñó la lección: para vender a Estados Unidos, hay que producir en Estados Unidos.

Las lecciones de los años 30

En la crisis de 2008, las principales potencias comerciales aprendieron la lección de los años treinta: salvaron a los bancos y no se enzarzaron en una guerra comercial. Barack Obama, que pasó gran parte de su carrera política en Chicago, conoce bien el "cinturón de óxido", estos Estados desindustrializados. No es un librecambista, pero está organizando su estrategia para tratar con China: el comercio es una de las pocas áreas en las que puede encontrar un consenso con los republicanos, que tomaron el control del Congreso en 2010. Por ello, emprende negociaciones comerciales con los europeos. El próximo presidente, Donald Trump, puso fin a esto: a partir de ahora, será "America First". 









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